(s.m.) El cardenal Camillo Ruini ofrece esta “oración” a los cardenales que dentro de pocos días entrarán en cónclave para elegir al nuevo Papa.
Pero también la ofrece a todo el pueblo cristiano, al que el próximo sucesor de Pedro tendrá la tarea de “confirmar en la fe”.
Ruini, de 94 años, fue el cardenal más cercano a Juan Pablo II, del que fue vicario para la diócesis de Roma, además de presidente de la conferencia episcopal italiana. Y estuvo entre los grandes electores y admiradores de Benedicto XVI, de quien recuerda en este escrito su valor, pero también un límite: su “escasa aptitud para gobernar”.
Un límite que sería bueno que no tuviera el próximo Papa.
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Oración por la Iglesia del próximo futuro
Por Camillo Card. Ruini
La herencia del Papa Francisco es una cuestión que interroga en profundidad y conmociona a la Iglesia. En estas líneas la abordaré con una mirada confiada, porque se funda en el poder misericordioso de Dios, que guía nuestros pasos por el camino del bien.
Formularé cuatro deseos —que son también invocaciones— para la Iglesia de un futuro que espero muy próximo. Confío en una Iglesia buena y caritativa, doctrinalmente segura, gobernada conforme al derecho y profundamente unida en su interior. Estas son mis intenciones de oración, que desearía fueran ampliamente compartidas.
1. En primer lugar, por tanto, una Iglesia buena y caritativa. El amor que se hace activo en la vida es, de hecho, la ley suprema del testimonio cristiano y, por tanto, de la Iglesia. Y es lo que la gente, también hoy, más ansía. En nuestro estilo de gobierno hay que eliminar toda dureza innecesaria, toda mezquindad y aridez de corazón.
2. Como escribió Benedicto XVI, hoy la fe es una llama que amenaza con extinguirse. Avivar esta llama es, por tanto, otra gran prioridad de la Iglesia. Para ello se necesita mucha oración, la capacidad de responder desde una clave cristiana a los desafíos intelectuales de hoy, pero también la certeza de la verdad y la seguridad de la doctrina. Durante demasiados años hemos experimentado que, si estas se debilitan, todos nosotros, pastores y fieles, salimos duramente perjudicados.
3. Luego está la cuestión del gobierno. El pontificado de Benedicto XVI se vio dificultado por su escasa aptitud para gobernar, y esta es una preocupación válida para todo tiempo, incluido el próximo futuro. Además, no se puede olvidar que se trata de gobernar esa realidad tan especial que es la Iglesia. Aquí, como he dicho, la ley fundamental es el amor: el estilo de gobierno y el recurso al derecho deben ser lo más conformes posible a esta ley, algo muy exigente para cualquiera.
4. En estos años hemos percibido algunas amenazas —que no quisiera exagerar— a la unidad y comunión de la Iglesia. Para superarlas y hacer brillar plenamente lo que me gusta llamar la “forma católica” de la Iglesia, es decisiva, una vez más, la caridad recíproca, pero también es importante despertar la conciencia de que la Iglesia, como todo cuerpo social, tiene sus reglas, que nadie puede ignorar impunemente.
A los 94 años, el silencio es más apropiado que las palabras. Sin embargo, espero que estas líneas mías sean un pequeño fruto del bien que deseo a la Iglesia.
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Sandro Magister ha sido firma histórica, como vaticanista, del semanario “L’Espresso”.
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